Nací a principio de los años 60 en un pequeño pueblo del norte de Italia, cerca de Bolonia. Hay un castillo medioeval apoyado en una roca que parece desviar el curso del río . Ese río, que une el centro del pueblo con los campos y bosques de alrededor, ha sido mi privilegiado teatro de juegos durante la infancia.
 
Desafortunadamente, los vertidos de las granjas de pollos, numerosas en la zona, han alejado progresivamente los juegos de las generaciones posteriores. Es verdad que, durante los últimos años, sucesivas intervenciones y la imposición de medidas ambientales han corregido y mejorado la situación, pero mientras tanto se ha perdido parte de ese ecosistema y nuestra relación atávica con él.
 
Así que he tenido que llegar a una cierta revisión y corrección de la idea de progreso, que pasa por no descuidar nada (y a nadie), incluido nuestro entorno natural.
 
Supongo que es una experiencia compartida con muchas personas de mi generación, que podemos comparar los escenarios naturales de nuestra memoria con los actuales. Acabas construyendo tu índice personal de pérdida de biodiversidad, que el Informe Planeta Vivo de WWF nos documenta con precisión cada dos años.

Mi hija nunca ha experimentado qué supone encontrarse de noche en un campo de trigo en verano lleno de luciérnagas, y eso me genera cierto sentimiento de culpa.  Por eso, lo mínimo que puedo hacer es apoyar a WWF en su lucha, que es la de todos.
 

Junto con mi familia, hace años que somos miembros del Club de los Amigos de WWF y prestamos nuestro apoyo a la organización. Además, tengo el privilegio de servir como vocal en la Junta Rectora de la organización y puedo testimoniar el gran trabajo que hace el equipo de WWF en España.
 
En la vida personal y profesional intento plantearme cómo limitar nuestra huella ecológica, aunque no resulte siempre fácil, y no pierdo oportunidad para sensibilizar a nuestro entorno sobre la importancia la lucha en la defensa de la naturaleza y busco, siempre que puedo, ocasiones de colaboración y contacto con WWF.

Parece que muchas situaciones han “conspirado” para el nacimiento de “Las Aventuras de Félix”.
 
Para empezar, siempre he trabajado en el sector editorial y en mi cabeza todo se transforma en historias, ilustración y papel. Después, lo que más fascina es la divulgación: la habilidad de comunicar conocimiento de forma cautivadora y, además, hacerlo por una buena causa. En España he encontrado los ingredientes gracias a un campeón nacional de la divulgación sobre la naturaleza, Félix Rodríguez de La Fuente. Antes de fundar Boldletters desarrollé mi carrera en Salvat y, a pesar de ser italiana y de haber llegado en España a finales de los 80, he podido constatar la fuerza de la figura de Félix y su memoria indeleble en el público.
 
Hace más de 15 años mi familia y yo entramos en contacto con vuestra organización y vuestro equipo y hemos tenido el privilegio de poder conocer de vuestra mano la increíble riqueza natural de este país y algunos de los muchos proyectos de conservación que desarrolláis.  Es la misma organización que Félix Rodríguez de La Fuente ayudó a fundar e hizo crecer en España.
 
Cuando iniciamos una actividad editorial independiente en BOLDLETTERS, Paz y yo decidimos llevar a cabo este proyecto, en el que ha participado mucha gente.
 
Queremos dar las gracias a nuestro equipo editorial en DB&A, a nuestros autores, Pablo Mérida y Javier Lorente-Puchades, y a nuestro ilustrador Kirian Bolinaga, junto con Noa Durán. La ayuda de Jesús Cobo Anula con su atenta revisión de los contenidos ha sido inestimable. Y, finalmente, gracias a la colaboración de los herederos de Félix, en particular al entusiasmo de Odile, y al apoyo de RTVE.